miércoles, 6 de julio de 2011

Dejémonos de parir


Por Alba Balderrama

Cochabamba es mujer. Y advierto que este no pretende ser un texto feminista. Como diría mi maestro de primaria, no me gustan las mujeres que quieren ser hombrecitos. Aunque de chica pensaba que era más lindo ser chico, pues así hubiera tenido menos responsabilidades, menos restricciones, menos labores en la casa, menos hijos y me hubieran dejado dormir más. Todo eso pensaba, hasta que me salieron bubis. Ahí ya era imposible desear otra cosa. El peso avisa, dicen. Sin embargo, no sé como no lo vi antes, antes de desear todo eso. Si los antiguos ya lo sabían, sabían cómo sería Cochabamba y los que vivirían ahí.

En uno de los parques más antiguos de la ciudad, que en los setenta y ochenta se llamaba Parque Arqueológico, permanece la réplica la imagen de una Pachamama prehispánica encontrada en excavaciones hechas al este valle fértil y verde que hace de vientre a toda Bolivia. Por su peculiaridad y especificidad, los científicos la mencionan como una de las representaciones más antiguas de la cultura Mizque que pobló el valle y que representa la abundancia y fertilidad.

Es una cabeza grande de mujer coronada de dos racimos de senos y, aunque ahora esa imagen es más turbadora que en la infancia, es la prueba de que Cochabamba ha mamado de esa leche. Como yo lo hice, pensar que pasé mi infancia viendo esa escultura, debería haberme sonado como advertencia, debería haberme indicado que no escapamos del vientre, del valle de la madre. De haberlo visto, hubiera sido más fácil crecer mujer en esta ciudad sin desear ser hombre.

Así Cochabamba es mujer, pero no cualquier mujer, sino la madre, heroína y santa. No mujer simplemente, no mujer puta. Mujer amante, mujer hermosa, mujer libre. No! mujer Madre provista de suficiente leche como para hacer de todos los que llegan a ella sus hijos. Hijos abnegados, agradecidos por sus senos que los protegen como si fueran enormes montañas que los rodean y acogen.

Esta imagen elaborada en arcilla es una de las primeras esculturas encontradas en Cochabamba. Y cobra mucho sentido con lo que algunos estudiosos como Albó (1982) plantean, porque según sus palabras “el término Pacha Mama está compuesto de pacha, cuyo significado y riqueza semántica ya conocemos y de mama, que en quechua significa ‘madre’ y ‘señora’ y en aymara ‘señora’”. Por tanto, en rigor etimológico podría traducirse como “Madre y Señora del tiempo y del Espacio”. De ahí con la colonización el término acabó siendo “Virgen Madre Tierra”.

En definitiva, crecer con ella tiene sus recompensas. Aprendemos a escalar desde temprano. Si queremos leche hemos de escalar la cabeza de la madre hasta sus senos, pero no es cosa fácil. No tiene manos esta madre, pues es pura cabeza y sentidos. No tiene cómo acurrucarnos solos. Y agradecemos que nos deje pisarle la nariz o un párpado mientras llegamos a la cima para tomar su leche. Criados así desde el inicio con un respeto profundo por una madre que no tiene cuerpo. Y por ese amor nos volvemos su propio cuerpo, ligados así a ella para siempre (para toda la vida).


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